Realmente merece una advertencia clara para cualquiera que aún crea en el "libre albedrío" y tenga algún apego personal a ese concepto cuando se encuentre con la mecánica del Penta, porque es aquí donde comienza a volverse bastante obvio que la humanidad es una especie tan profundamente programada por las fuerzas de la evolución como lo son todas las demás. Todos somos llevados irremediablemente en nuestras vidas por esas fuerzas transáuricas invisibles que llamamos "Penta" y "WA". Es algo horrorizante saber, aunque también hilarante si lo piensas, que la moneda más común para medir el amor dentro de los pequeños grupos humanos es el "autosacrificio". No importa de qué cultura estemos hablando, nada recibirá más elogios que un ser humano dispuesto a sacrificarse en beneficio de cualquier miembro de su familia o compañeros de trabajo. Las dinámicas grupales del Penta crean una escala homogeneizada de valor humano donde todos compiten por demostrar su valor individual como estrategia para obtener reconocimiento de los otros miembros del grupo. No es de extrañar que siempre hayamos sido una especie quejumbrosa y miserable, incluso en los buenos tiempos, ni que el planeta Tierra haya sido visto y llamado por los místicos de todos los tiempos como el "planeta del sufrimiento". Lo que resulta más impactante que aterrador es reconocer que todo esto está dirigido por un vórtice magnético invisible (el Penta) que opera a través del Centro G de los humanos, y aprovecha nuestro potencial para la conciencia humana colectiva para mantenernos atados al engranaje del sufrimiento del Karma homogeneizado. La forma en que lo hace es (magnéticamente) "utilizando" las ideas y creencias que los humanos tienen sobre el amor y el deber moral, como una forma de atraer y mantener a las personas unidas en identificación con la misma aura grupal. Cuando estás solo en tu propia aura, el flujo de conciencia misteriosamente alimenta un sentido individual de "Yo soy" en relación con lo que sea que estés pensando. En su núcleo, "Yo soy" es un misterio cuando estás solo en tu aura. Sin embargo, en el momento en que alguien más entra en tu aura, el misterio individual se vuelve interesante (o no), porque crea la demanda de ambos lados (o no) de encontrarse en la verdad, como la única manera de explorar las posibilidades de nuestro potencial individual para amar "estar en el mundo". Cuando interactuamos "uno a uno" a través del aura, ninguno de nosotros tiene gran dificultad en reconocer y aceptar que tanto el "Amor" como la "Verdad" pueden manifestarse de manera muy diferente para mí que para ti. Sin embargo, en el momento en que una tercera persona entra en la aura compartida, automáticamente la consistencia natural del intercambio entre "Tú" y "Yo" desaparece, y lo que toma el control para establecer los protocolos interactivos entre los diferentes miembros es un sentido transpersonal de "Nosotros". Este sentido de "Nosotros" solo puede encontrar algo de consistencia y perdurar a través de los altibajos de la experiencia compartida cuando logra anclarse en la realidad material de la vida y en el impulso de sobrevivir juntos en este plano material como grupo. Dado que normalmente pasamos la mayor parte de nuestro tiempo como niños inmersos en estas dinámicas grupales, la inmensa mayoría de los seres humanos se acostumbra a ello y son totalmente inconscientes de estos cambios regulares en el flujo compartido de su conciencia. Por lo tanto, no logran reconocer cómo el enfoque materialista del grupo estrecha su perspectiva sobre la vida como individuos singulares. Bueno, esto es solo el comienzo de cómo las dinámicas del Penta ejercen una "domesticación emocional" lenta pero imparable del espíritu individual durante los primeros siete años de vida. Es dentro de la vida familiar en nuestra infancia que aprendemos a identificar la verdad como un dogma (racionalmente) discutible en el que todos deberíamos (preferentemente) estar de acuerdo, y también aprendemos a identificar el amor como un deber moral hacia los demás miembros del grupo. Esta es la razón principal por la que, cuando interactuamos en pequeños grupos (de 3 a 6 personas), todos (consciente o inconscientemente) usan una máscara que los hace parecer mucho más "agradables" y "civilizados" de lo que realmente son cuando se encuentran con otros en la privacidad de la interacción "uno a uno". No es fácil para nadie comprender plenamente cómo las dinámicas del Penta (vida grupal/familiar) condicionan a todos durante nuestra infancia más temprana y más allá, si no se entiende simultáneamente cómo las dinámicas de grupos pequeños están forzosamente subordinadas (por ley) a las dinámicas sociales implementadas por el WA (grupos grandes/sociedad). Estos engranajes sociológicos se hacen un poco más evidentes si consideramos que la forma en que los padres condicionan a sus hijos durante su infancia a menudo NO es algo que hagan en su propio nombre, sino más bien en nombre del rol parental que encarnan, a través del cual se representan a sí mismos como miembros honorables (o no) de su civilización. Este es un rol en el que el nacimiento de sus hijos ha encerrado automáticamente su conciencia, llevándolos, voluntariamente o no, a dar continuidad al poder homogeneizador del programa evolutivo. Es aterrador pensar cuán poco los seres humanos realmente saben sobre sus padres (especialmente como niños) fuera de su rol parental, que es uno de los roles más homogeneizados que un ser humano puede desempeñar en la vida de otro. Es un hecho conocido que los "buenos" padres proporcionan seguridad y protección a sus hijos, pero no necesariamente la versión más inteligente y transparente de la "verdad", ni la versión más desapegada y empoderadora del "amor". Desde cualquier ángulo que quiera mirarlo, lo que me parece absolutamente claro, después de 30 años de intenso estudio de la condición humana y sus mecánicas cognitivas más fundamentales, es que hay un conflicto central en la forma en que nuestro sentido individual de ser se construye desde el momento en que llegamos al mundo. Por un lado, está la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos (quién pensamos que somos, sea como sea que nos sintamos al respecto) y, por otro, está la forma en que tratamos de establecer una relación armónica con los diferentes miembros del grupo al que pertenecemos, cualquiera sea el rol individual que desempeñen. No podemos realmente separar una cosa de la otra, porque cuando nacimos, realmente no sabíamos cómo pensar sobre nada de esto. Lamentablemente, este estado original de indefensión con el que todos llegamos al mundo hace que sea inevitable que la forma en que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos tiende a estar determinada por el nivel de armonía/desarmonía que experimentamos como niños al intentar integrarnos (o no) con el resto de los individuos que formaban parte de nuestro mismo grupo humano. Quiero que entiendas que lo que estoy describiendo aquí es una forma de condicionamiento de la que nadie puede escapar, porque describe una mecánica "oculta" que aplica en TODOS los casos, independientemente de si la familia en la que naciste era rica o pobre, o de cuán "buenos" o "malos" parecían ser tus padres en la forma en que se relacionaban contigo a través de su rol. Aunque pueda parecer que son aquellos como yo, que no tienen definición en el campo del Penta, quienes están más profundamente condicionados por estas dinámicas grupales humanas, la verdad es que son aquellos que tienen definición en ese campo quienes pueden terminar viviendo toda su vida en profunda identificación con ese tipo de mentalidad homogeneizada y convencional. Son ellos quienes están más inclinados a identificarse con los "Roles" y "Reglas" que permiten que el grupo humano avance, y aprenden a ver su disposición determinada al autosacrificio como una virtud humanitaria que los hace más "especiales" y "merecedores" de éxito social y reconocimiento que el ser humano promedio. Como consecuencia, terminan siendo quienes llevan adelante el programa homogeneizador, transmitiendo la distorsión desalmada de sus miedos homogeneizados a la próxima generación, y así sigue. Como todo en el Diseño Humano, la información revelada no está ahí para que podamos cambiar la forma en que funciona el programa de la vida. Es el reconocimiento y la aceptación de sus leyes fundamentales lo que nos brinda la oportunidad, como humanos de nueve centros, de trascender esas leyes mecánicas al aprender a aprovecharlas personalmente. Esto no se trata de generar miedo o rechazo hacia el grupo humano, sino más bien una advertencia contra su potencial distorsivo cuando permites que determine la percepción de "quién eres" para ti mismo. Una vez que sabes cómo evitar que eso ocurra, siempre serás tú quien decida cuándo y bajo qué condiciones es correcto para ti fusionarte transitoriamente en esas dinámicas grupales con las personas adecuadas y el propósito que sea correcto para ti. Alokanand Díaz