Pocas metáforas tan poderosas como la de la limusina y el pasajero para describir la conciencia binaria que define nuestra naturaleza humana. El reconocimiento de ese dualismo de base facilita simultáneamente la coordinación interna de la propia naturaleza y el reconocimiento externo de la indefensión existencial de la personalidad del ser humano, tradicionalmente afligido por la insoportable levedad e intrascendencia con la que experimenta su propio ser. La vida en el plano de la forma no tiene porque ser un calvario a la espera de que descienda sobre ti una santidad que nunca será la propia, si sabes cómo reconocerla en el modo en que tu propio espíritu se va revelando momento a momento a través de la realidad holística creada por tu propio Monopolo Magnético y por las raíces cognitivas que sostienen y nutren sus coordenadas.
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