La monogamia y la poligamia no representan más que dos maneras opuestas de supeditar nuestra capacidad de ‘sentir’ a las emociones ‘políticamente correctas’ que podemos experimentar como consecuencia de sentirnos ‘ligados’ socialmente a otros. Dos maneras de restringir conscientemente el catálogo de elecciones en la gestión del espíritu transgresor del amor, particularmente cuando va ligado al sexo. El propósito de tomar conciencia de lo que ‘sentimos’ no va necesariamente ligado a ninguno de nuestros vínculos sociales, sino que revela la conciencia existencial que tenemos de la vida misma y de cómo nos sentimos conectados a la totalidad con cada respiración, en el modo en que anima la vida de nuestro espíritu y nos revela día a día como simples pasajeros de nuestra propia forma. Es lo que yo llamo sologamia.
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